jueves, 1 de diciembre de 2011

Pedro David Giner. Mar de lágrimas

Me parecía realmente increíble que todo hubiese ocurrido tan de repente.
Te necesitaba.
Maldito coche.
Observé mi anillo. Ese mismo anillo que tú, el amor de mi vida, me habías regalado.
Recordaba cuando me besaste por primera vez.
A esa hora, si todavía hubieses estado ahí, me habrías despertado para hacerme el amor. Pero no, nada de eso podría pasar pues tú ya te habías ido. Y era para no volver.
Pasaron un par de minutos, y a mi mente vinieron tus últimas palabras.
 «Si me necesitas, mira al cielo, allí estaré».
Cualquiera que hubiese oído aquellas palabras, habría sospechado que sabías que esa noche no volverías a casa.
Me asomé a la ventana, quería ver el cielo por última vez.
No podía aguantar más el peso de haberte perdido para siempre. Necesitaba volver a verte. Y no me importaba el precio a pagar.
Y salté.

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