Cuelgo el manos libres, nunca he visto la cara del desgraciado que me ha jodido la vida. El edificio Hank. Saco la tarjeta del despacho, sé que allí mi jefe guarda aquel anillo de diamantes. La noche que tuve que quedarme a «hacer horas» intentó engatusarme mostrándome sus recientes adquisiciones.
—July, o los juegos de apuestas o yo.
Todos han intentado sacarme de esta mierda.
Todos han intentado sacarme de esta mierda.
Oscuro y silencioso. Subo al quinto, cuando salga de ésta no volveré jamás. Abro la puerta sin esfuerzo, quizá se hayan olvidado de cerrarla.
—Cómo te has atrevido, ¡desgraciada!
—Cómo te has atrevido, ¡desgraciada!
—Tú...
Lo entiendo todo en segundos, aún así no lo suficientemente rápido como para esquivar la bala que me atraviesa el pecho.
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